Alguna vez te has preguntado ¿Por qué Dios en el Antiguo Testamento parece tan diferente de quien es en el Nuevo Testamento?
No son pocos los que han llegado a la conclusión de que El
Dios del Antiguo Testamento es un Dios de ira, mientras que el Dios del Nuevo
Testamento es un Dios de amor. ¿Cuánto hay de verdad
en esto? Te invito a seguir leyendo para que estudiemos este tema tan sensible.
Primero es necesario entender que la
revelación bíblica es progresiva. No se puede encontrar la verdad de un tema
determinado en un solo pasaje. Isaías 28: 9y10 nos da un método para estudiar la biblia correctamente:
9 ¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los destetados? ¿a los arrancados de los pechos?
10 Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá;
Dios se va revelando a si mismo paso a
paso. Igual que hace con cualquier verdad bíblica. Y lo hace a
través de eventos históricos y en la forma en que se relaciona
con los seres humanos a lo largo de la historia. Aunque la Biblia es clara y
comprensible una lectura superficial o prejuiciada de la misma puede contribuir
a la idea errónea de que Dios en el Antiguo Testamento es diferente de como se muestra en el nuevo testamento. Comparando la actuación del Padre en el
Antiguo testamento con la de Jesús algunos llegan a manifestar que les
gusta Jesús, pero no les gusta Dios.
La solución a este problema
está en una lectura completa y sin preconceptos de ambos testamentos.
De este modo, se hace evidente que Dios no cambia de un testamento a otro y que
la ira de Dios y Su amor están revelados a través de toda la Biblia.
Es en el Antiguo Testamento, donde
primero se declara que Dios es “misericordioso y piadoso, lento para la
ira y grande en misericordia y verdad” (Éxodo 34:6)
o como expresa en Jeremías 29:11 sus planes para con nosotros: “ Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros,
dice Jehová, pensamientos de paz, y
no de mal, para daros el fin que esperáis”. Estas revelaciones están muy a tono con lo que revela el Nuevo Testamento.
En toda la historia sagrada vemos a Dios
tratando con Israel de manera muy parecida a la de un padre amoroso tratando
con su hijo. Cuando ellos pecaban contra Él, Dios los
castigaba, y aun así, una y otra vez, los perdonaba cada vez que se
arrepentían de sus pecados. De la misma manera trató con los
cristianos en el Nuevo Testamento. Hebreos 12:6 dice que “...el Señor al que ama,
disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”
Tan cierto como vemos a través de todo
el Antiguo Testamento el juicio y la ira de Dios derramarse sobre los pecadores
no arrepentidos; de manera similar, en el Nuevo Testamento, vemos el juicio de Dios
en acción: Ananías y Safira (Hechos 5), Elimas el mago (Hechos 13: 6-11) son
algunos ejemplos. “…la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos
1:18) la mayor demostración de los juicios de Dios en el nuevo testamento es la crucifixión de su
hijo Jesucristo. Así vemos claramente, que Dios no es más diferente en el
Antiguo Testamento de lo que es en el Nuevo Testamento. Recordemos que Santiago
nos asegura que Dios no cambia, E
Quizás lo que más confusión trae es
la forma con que trató con los antediluvianos, las ciudades de Sodoma y Gomorra, los egipcios y con los cananeos. Sin
embargo, no podemos negar que, aunque estos pueblos recibieron castigos severos,
dichos juicios fueron el resultado de la gran depravación moral y
espiritual en que vivían. Y a pesar de su maldad Dios siempre les dio un tiempo de
gracia y un medio a través del cual pudieran escapar de la destrucción. El caso
de la ciudad de Nínive es una clara ilustración de esto (ver el
libro de Jonás). El profeta Jonás recibió la revelación de parte
de Dios de que Nínive sería destruida por su maldad. Pero al mismo tiempo Dios envió a Jonás con un
mensaje de Advertencia para los Ninivitas. Ellos escucharon el mensaje, se
apartaron del mal y así Dios desistió de destruirlos.
Una
parábola que ilustra
el carácter de Dios
(Lucas 13: 6-9)
6 Dijo
también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino
a buscar fruto en ella, y no lo halló.
7 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
8 El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.
9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
7 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
8 El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.
9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
Cuando leemos esta parábola la
tendencia es a identificar al dueño demandante con Dios y al viñador que
intercede por la higuera con Jesús. Pero la realidad es que en esta parábola se
representan dos lados del carácter de Dios: su justicia
y su misericordia. El dueño disgustado por la falta de frutos en el árbol representa su justicia y el jardinero que
pide esperar un año más antes de talar la higuera representa su misericordia.
Por el carácter santo y justo
de Dios, todo pecado pasado, presente y futuro debe ser juzgado. Aun así, por su
misericordia, Dios ha provisto, además del pago por el pecado, un camino de salvación a través de su
hijo Jesucristo, para que el hombre pecador pueda escapar de Su ira. Vemos esta
maravillosa verdad en versos como “Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en ÉL cree no
se pierda, más tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
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